Una Noche en Wingdam

 Todo el día había co­rri­do en di­li­gen­cia y me sen­tía aton­ta­do por el tra­que­teo y mo­les­tias de tan pe­sa­do viaje. De modo que cuan­do al caer de la tarde des­cen­di­mos rá­pi­da­men­te al pue­ble­ci­to ar­ca­diano de Wing­dam, re­sol­ví no pasar ade­lan­te y salí del ca­rrua­je en un es­ta­do dis­pé­psi­co in­so­por­ta­ble. Sen­tía aún los efec­tos de un pas­tel mis­te­rio­so, con­tra­rres­ta­dos un tanto por un poco de ácido . . . leer mas

La Suerte de Campo Rodrigo

Agi­tá­ba­se en con­mo­ción Campo Ro­dri­go. Cues­tión de riñas no sería, pues en 1850 no era esta no­ve­dad bas­tan­te para re­unir todo el cam­pa­men­to. No so­la­men­te que­da­ron de­sier­tos los fosos, sino que hasta la es­pe­ce­ría de Tut con­tri­buía tam­bién con sus ju­ga­do­res, quie­nes, como todos sa­bían, . . . leer mas

Moreno de Calaveras

Aca­ba­ba de lle­gar la di­li­gen­cia de Wing­dam. Lo cor­tés y co­me­di­do de la con­ver­sa­ción y la au­sen­cia de humo de ci­ga­rro y de ta­co­nes de bota en las ven­ta­ni­llas del ca­rrua­je, in­di­ca­ban bien a las cla­ras que al­ber­ga­ba una mujer en su in­te­rior. Y el cui­da­do y com­pos­tu­ra que des­ple­ga­ban . . . leer mas

De-Hinchú, el Idólatra

Al abrir la carta de Hop-Sing, re­vo­lo­teó hacia el suelo una tira de papel ama­ri­llo, que a pri­me­ra vista me fi­gu­ré cán­di­da­men­te que sería la eti­que­ta de un pa­que­te de sor­pre­sas chi­nas, tan­tas eran las fi­gu­ras y je­ro­glí­fi­cos que con­te­nía. Había tam­bién en su in­te­rior una tira más . . . leer mas

Los Desterrados de Poker Flat

Al poner el pie don Jorge, ju­ga­dor de ofi­cio, en la calle Mayor de Po­ker-Flat, en la ma­ña­na del día 22 de no­viem­bre de 1850, pre­sin­tió ya que, desde la noche an­te­rior, se efec­tua­ba un cam­bio en la at­mós­fe­ra moral de la po­bla­ción. Al­gu­nos gru­pos donde se con­ver­sa­ba gra­ve­men­te, en­mu­de­cie­ron cuan­do . . . leer mas

El Socio de Tennessee

Jamás co­no­ci­mos su nom­bre ver­da­de­ro, y por cier­to que el ig­no­rar­lo no causó nunca en nues­tra so­cie­dad el menor dis­gus­to, pues­to que en 1854 la mayor parte de la gente de Sandy-Bar se bau­ti­zó nue­va­men­te. Con fre­cuen­cia, los apo­dos se de­ri­va­ban de al­gu­na ex­tra­va­gan­cia en el traje, como en el caso de Dun­ga­ree-Ja­ck, o bien de al­gu­na sin­gu­la­ri­dad en las cos­tum­bres, como en el de Sa­le­ra­tus-Bill, así nom­bra­do . . . leer mas

De còmo San Nicolás llego a Bar Sansón

Es­ta­ba el tiem­po muy me­ti­do en aguas en el valle del Sa­cra­men­to. El North Fork se había sa­li­do de madre y la Rattles­na­ke Creek es­ta­ba im­prac­ti­ca­ble. Bajo una enor­me ex­ten­sión de agua que al­can­za­ba la base de las mon­ta­ñas des­a­pa­re­cían los grue­sos can­tos ro­da­dos que du­ran­te el ve­rano ha­bían . . . leer mas