Exageró la nota

La finca a la cual se dirigía para efectuar el deslinde distaba unos treinta o cuarenta kilómetros, que el agrimensor Gleb Smirnov Gravrilovich tenía que recorrer a caballo. Se había apeado en la estación de Gñilushki.(Si el cochero está sobrio y los caballos son de buena pasta, pueden calcularse unos treinta kilómetros; pero si el cochero se ha tomado cuatro copas y los caballos están fatigados, ha que calcular unos cincuenta.) - . . . leer mas

El Socio de Tennessee

Jamás co­no­ci­mos su nom­bre ver­da­de­ro, y por cier­to que el ig­no­rar­lo no causó nunca en nues­tra so­cie­dad el menor dis­gus­to, pues­to que en 1854 la mayor parte de la gente de Sandy-Bar se bau­ti­zó nue­va­men­te. Con fre­cuen­cia, los apo­dos se de­ri­va­ban de al­gu­na ex­tra­va­gan­cia en el traje, como en el caso de Dun­ga­ree-Ja­ck, o bien de al­gu­na sin­gu­la­ri­dad en las cos­tum­bres, como en el de Sa­le­ra­tus-Bill, así nom­bra­do . . . leer mas

El Álbum

El consejero administrativo Craterov, delgado y seco como la flecha del Almirantazgo, avanzó algunos pasos y, dirigiéndose a Serlavis, le dijo: - Excelencia: Constantemente alentados y conmovidos hasta el fondo del corazón por vuestra gran autoridad y paternal solicitud... - Durante más de diez años -le sopló Zacoucine. - Durante más de diez años... ¡Hum!... en este día memorable, nosotros, vuestros subordinados, ofrecemos . . . leer mas

En la oscuridad

Una mosca de mediano tamaño se metió en la nariz del consejero suplente Gaguin. Aunque se hubiera metido allí por curiosidad, por atolondramiento o a causa de la oscuridad, lo cierto es que la nariz no toleró la presencia de un cuerpo extraño y dio muestras de estornudar. Gaguin estornudó tan ruidosamente y tan fuerte que la cama se estremeció y los resortes, alarmados, gimieron. La esposa de Gaguin, María Michailovna, una rubia regordeta . . . leer mas

El camaleón

El inspector de policía Ochumélov, con su capote nuevo y un hatillo en la mano, cruza la plaza del mercado. Tras él camina un municipal pelirrojo con un cedazo lleno de grosellas decomisadas. En torno reina el silencio... En la plaza no hay ni un alma... Las puertas abiertas de las tiendas y tabernas miran el mundo melancólicamente, como fauces hambrientas; en sus inmediaciones no hay ni siquiera mendigos. -¿A quién muerdes, maldito? -oye de pronto Ochumélov-. . . . leer mas

Un escándalo

Macha Pavletskaya, una muchachita que acababa de terminar sus estudios en el Instituto y ejercía el cargo de institutriz en casa del señor Kuchkin, se dijo, al volver de paseo con los niños: «¿Qué habrá pasado aquí?» El criado que le abrió la puerta estaba colorado como un cangrejo y visiblemente alterado. Se oía en las habitaciones interiores insólito trajín. «Acaso la señora -siguió pensando . . . leer mas

El talento

El pintor Yegor Savich, que se hospeda en la casa de campo de la viuda de un oficial, está sentado en la cama, sumido en una dulce melancolía matutina. Es ya otoño. Grandes nubes informes y espesas se deslizan por el firmamento; un viento, frío y recio, inclina los árboles y arranca de sus copas hojas amarillas. ¡Adiós, estío! Hay en esta tristeza otoñal del paisaje una belleza singular, llena de poesía; pero Yegor Savich, aunque es pintor y debiera apreciarla, casi no para mientes . . . leer mas