Una Noche en Wingdam

 Todo el día había co­rri­do en di­li­gen­cia y me sen­tía aton­ta­do por el tra­que­teo y mo­les­tias de tan pe­sa­do viaje. De modo que cuan­do al caer de la tarde des­cen­di­mos rá­pi­da­men­te al pue­ble­ci­to ar­ca­diano de Wing­dam, re­sol­ví no pasar ade­lan­te y salí del ca­rrua­je en un es­ta­do dis­pé­psi­co in­so­por­ta­ble. Sen­tía aún los efec­tos de un pas­tel mis­te­rio­so, con­tra­rres­ta­dos un tanto por un poco de ácido . . . leer mas

La Suerte de Campo Rodrigo

Agi­tá­ba­se en con­mo­ción Campo Ro­dri­go. Cues­tión de riñas no sería, pues en 1850 no era esta no­ve­dad bas­tan­te para re­unir todo el cam­pa­men­to. No so­la­men­te que­da­ron de­sier­tos los fosos, sino que hasta la es­pe­ce­ría de Tut con­tri­buía tam­bién con sus ju­ga­do­res, quie­nes, como todos sa­bían, . . . leer mas

Exageró la nota

La finca a la cual se dirigía para efectuar el deslinde distaba unos treinta o cuarenta kilómetros, que el agrimensor Gleb Smirnov Gravrilovich tenía que recorrer a caballo. Se había apeado en la estación de Gñilushki.(Si el cochero está sobrio y los caballos son de buena pasta, pueden calcularse unos treinta kilómetros; pero si el cochero se ha tomado cuatro copas y los caballos están fatigados, ha que calcular unos cincuenta.) - . . . leer mas

La célebre rana saltarina del distrito de Calaveras

Para cumplir el encargo de un amigo que me escribía desde el Este, fui a hacer una visita a ese simpático joven y viejo charlatán que es Simón Wheeler. Fui a pedirle noticias de un amigo de mi amigo, Leónidas W. Smiley, y este es el resultado. Tengo una vaga sospecha de que Leónidas W. Smiley no es más que un mito, que mi amigo nunca lo conoció, y que mencionárselo a Simón Wheeler era motivo suficiente para que él . . . leer mas

El Entierro de Roger Malvin

LA EXPEDICIÓN proyectada el año 1725 en defensa de las fronteras» y que terminó en la renombrada "batalla de Lóvell" es uno de los pocos incidentes de la guerra india su- ceptibles de la luz fantástica del romance. Dejando a la sombra judiciaría ciertas circunstancias, la imaginación encuentra mucho que admirar en el heroísmo de una pequeña banda que presentó batalla a enemigo dos veces superior, en el corazón de . . . leer mas

El Anciano Campeón

HUBO una vez un tiempo en que la Nueva Inglaterra gemía bajo el peso de injusticias más graves que todas las que amenazara traer la revolución. Jaime II, el hipócrita sucesor de Carlos el Voluptuoso, había abolido los privilegios de todas las colonias y enviado un soldado grosero y sin principios para arrebatarmos nuestros derechos y poner en peligro nuestra religión. La administración de Sir Édmund Andros tenía todos los rasgos característicos . . . leer mas

El experimento del Doctor Heidegger

EL ANCIANO doctor Héidegger, hombre muy original, invitó una vez a cuatro amigos suyos para que se reunieran en su estudio. Eran tres caballeros de barba blanca: el señor Médbourne, el coronel Kílligrew y el señor Gascoigne; y una ajada señora, la viuda Wycherly. Todos ellos eran viejos y melancólicos personajes, que habían sufrido infortunios durante su vida, y cuya mayor desgracia consistía en que no gozaban tiempo ha del reposo . . . leer mas

Moreno de Calaveras

Aca­ba­ba de lle­gar la di­li­gen­cia de Wing­dam. Lo cor­tés y co­me­di­do de la con­ver­sa­ción y la au­sen­cia de humo de ci­ga­rro y de ta­co­nes de bota en las ven­ta­ni­llas del ca­rrua­je, in­di­ca­ban bien a las cla­ras que al­ber­ga­ba una mujer en su in­te­rior. Y el cui­da­do y com­pos­tu­ra que des­ple­ga­ban . . . leer mas

De-Hinchú, el Idólatra

Al abrir la carta de Hop-Sing, re­vo­lo­teó hacia el suelo una tira de papel ama­ri­llo, que a pri­me­ra vista me fi­gu­ré cán­di­da­men­te que sería la eti­que­ta de un pa­que­te de sor­pre­sas chi­nas, tan­tas eran las fi­gu­ras y je­ro­glí­fi­cos que con­te­nía. Había tam­bién en su in­te­rior una tira más . . . leer mas

Los Desterrados de Poker Flat

Al poner el pie don Jorge, ju­ga­dor de ofi­cio, en la calle Mayor de Po­ker-Flat, en la ma­ña­na del día 22 de no­viem­bre de 1850, pre­sin­tió ya que, desde la noche an­te­rior, se efec­tua­ba un cam­bio en la at­mós­fe­ra moral de la po­bla­ción. Al­gu­nos gru­pos donde se con­ver­sa­ba gra­ve­men­te, en­mu­de­cie­ron cuan­do . . . leer mas