Una Noche en Wingdam
Todo el día había corrido en diligencia y me sentía atontado por el traqueteo y molestias de tan pesado viaje. De modo que cuando al caer de la tarde descendimos rápidamente al pueblecito arcadiano de Wingdam, resolví no pasar adelante y salí del carruaje en un estado dispépsico insoportable. Sentía aún los efectos de un pastel misterioso, contrarrestados un tanto por un poco de ácido . . . leer mas